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  • SALA DE ARMAS

             Desde la fundación de nuestra ciudad hasta consolidado el proceso de formación del Estado Argentino en 1880 las armas estuvieron en el centro de la escena política provincial y nacional.

    Tanto las armas de fuego o como las armas blancas fueron introducidas por los españoles. Usadas unas veces para el ataque y otras para la defensa. Siempre se asociaron al poder y al dominio de lo se consideraba propio. Bajo esa premisa los primeros y escasos arcabuces y trabucos defendieron las fronteras contra el indio.

           Años más tarde, cuando la guerra por la independencia lo exigió, 317 hombres armados y vestidos del propio peculio de Juan Francisco Borges formaron el Cuerpo de Patricios Santiagueños. Fue el primer aporte que recibieron las fuerzas emancipadoras y esto fue motivo de imitación para otras provincias. De allí el orgullo provincial, pues la adhesión santiagueña al Ejército del Norte se hizo sentir también en la calidad de sus soldados. Hoy el Cuerpo de Patricios funciona como Guardia de Honor del gobernador en los actos oficiales, pero es además es el custodio del CCB.

    El camino abierto por Borges no se cerraría fácilmente. La movilización de los sectores populares fue tomando vigor. Una vez que abrazaron las ideas políticas de soberanía popular su participación fue creciendo tras el primer intento autonomista de Juan Francisco Borges en 1815. Desde ese espacio de participación militar y fusil en mano estos sectores mayoritarios se sintieron partícipes necesarios de actuación política y así lo demandaron años más tarde. Se constituyeron como los defensores en el brazo armado del nuevo orden autonomista liderado por Juan Felipe Ibarra a partir de 1820 y por los siguientes 30 años. 

    Tener el control de la provincia implicaba, además, el dominio de la frontera con el indio y, en ese particular, la soldadesca y las armas fueron los principales protagonistas. La vida en la línea de fuertes y fortines construida a lo largo del río Salado fue muy dura. Aunque esta sala presenta una cantidad significativa de sables y armas largas, su adquisición no fue tan fácil, pues no se fabricaban en el país. Su uso era privativo de los generales y de quienes iban en la primera línea: hombres diestros. Estos hombres eran considerados hábiles en la recarga y capaces en la puntería, pues la distancia de tiro llegaba a 300metros.

    Numerosos documentos dan cuenta de las malas condiciones en las que se encontraban las armas. Algunas estaban oxidadas, faltaban piezas, incluso pólvora. De allí la necesidad de recurrir a la política de negociación y regalos como lo hizo Ibarra con el cacique Nasalo, a quien obsequió este trabuco como símbolo de paz y amistad por la entrega de tierras.

    Fueron nuevamente los fusiles y carabinas los que, tras la muerte de Ibarra, instalan un nuevo grupo de poder: la familia Taboada.

    A pesar de su discurso garantista de las libertades y las ideas de modernización y progreso, la organización del Estado santiagueño a partir de la constitución provincial de 1856 no se hizo sin violencia. En consonancia con lo que sucedía a nivel nacional, el ejército nuevamente cobró centralidad en la política. A instancias de la Constitución Nacional de 1853,se crea la Guardia Nacional y en el Ejército de Línea. Organismos que constituirán aliados imprescindibles de los Taboada en sus intentos por extender su hegemonía por todo el norte.

    Conformar un Ejército Nacional requería de un mejor armamento y esto se concretó con la adquisición de fusiles con bayonetas fabricadas algunas en Austria y otras en EE.UU. como lo atestiguan las patentes Roberts y Remington utilizadas en la Guerra contra el Paraguay. Luego, a fines del siglo XIX, se adquirieron las Mauser modelo argentino.

    Hablar de caudillos y hombres de armas nos llevan a referirnos en particular a las pistolas de uso personal. Las hacían por encargo con iníciales gravadas o con incrustaciones, con talla de rameados, empuñadura de madera o baquelita, daban un toque personal y de distinción a su dueño. Por su puesto que todo caudillo que hacía alarde de su hombría y poder poseía armas de Duelo. En este caso era de Manuel Taboada.

    Podemos concluir que esta sala es una perfecta síntesis del ejercicio de la política y del poder a lo largo del siglo XIX.

    Lic. Alicia Guebel

    En la historia provincial, las sucesivas milicias fueron creadas y formadas para el resguardo del territorio, de las ideologías y convicciones de la época. Las huestes santiagueñas se han distinguido por su valor, su disciplina y su permanente colaboración a la emancipación de la patria. Entre ellos el Cuerpo de Patricios Santiagueños, primer ejército del interior del Virreinato, creado por Borges en 1810. Participó en las campañas libertadoras y hoy custodia el edificio del CCB.

    La expansión territorial hacia el interior de la provincia fue llevada a cabo mediante el establecimiento de sucesivas líneas de emplazamientos militares, conocidas como “Líneas de Frontera”. Éstas tenían como propósito proteger a los pueblos y asentamientos rurales civiles y también servían como bases para operaciones ofensivas contra los grupos indígenas.

    La línea fue planificada como un sistema defensivo integrado en el cual una serie de pequeños puestos avanzados, los fortines, servían para dar la alarma ante incursiones indígenas, permitiendo que la población civil se protegiera y que las guarniciones militares situadas en la línea de fortines salieran a enfrentar a los incursores.

    Las tropas de esos fortines emplearon una amplia variedad de armamento. Estas guarniciones, en un primer momento, tuvieron que arreglárselas con una variedad de armas antiguas, por ejemplo los fusiles y carabinas de avancarga (carga por la boca) y sistema de disparo de percusión, así como con armas blancas (lanzas y sables).

    Las armas de avancarga eran lentas y difíciles de recargar, especialmente a caballo. Por ello, en los enfrentamientos con los indígenas, éstos aprovechaban para atacar a las fuerzas militares con sus lanzas y boleadoras después de que los soldados hubieran hecho sus disparos y antes de que pudieran recargar. Los enfrentamientos se decidían entonces en combates cuerpo a cuerpo con lanzas, boleadoras, sables y cuchillos.  Los informes oficiales del gobierno de esos años reconocían la creciente obsolescencia de las armas de avancarga y percusión, y la necesidad de su reemplazo por armas más modernas.

    A partir de 1873 se puso en marcha la modernización y estandarización del armamento, con la incorporación de las armas monotiro de retrocarga (carga por la parte posterior) de la familia Remington Rolling Block de diseño estadounidense. Las mismas irán volviéndose cada vez más comunes en la línea de fortines a partir de ese momento.

    En Santiago del Estero, la mayor parte de las fuerzas militares se destinaban al sostenimiento de las fronteras internas sobre el Salado del Norte. La construcción de esta frontera como espacio defensivo fue un proceso de larga duración. Esta línea estaba guarnecida por los Guardias Nacionales  y la Compañía N° 5 de Infantería con base permanente en el fortín Bracho. La histórica debilidad fronteriza facilitaba los avances indígenas sobre sus antiguas tierras costeñas, siendo habitual la muerte de los pobladores que las defendían, el cautiverio y el robo de ganado.

    Los Guardias se ejercitaban todos los días festivos dos horas por la mañana y dos por la tarde. Cada soldado era provisto de las armas correspondientes bajo recibo y deberían conservarlas limpias y entregarlas cuando el Comandante le indicara. Tenían expresamente prohibido ausentarse sin autorización del jefe miliar durante el tiempo que duraran los ejercicios y para aquellos que no asistían estaban tipificadas las penas: 24, 48 o 72 horas de arresto según fuera la primera, la segunda o la tercera vez que se ausentaban. Si reincidían terminaban prestando servicios en la frontera por el tiempo que el Comandante estipulara.

    El Ejército fue creado en 1864 a partir de cuerpos de líneas que ocuparon militarmente todo el país y tuvo un rol decisivo en la penetración del Estado Nacional. Hacia 1865 en Santiago del Estero el Ejército Nacional y la Compañía N° 5 de Línea van instituyéndose como fuerzas de dominación estatales. En 1870 comenzó el proceso por el cual el gobierno nacional decidió eliminar a los Guardias Nacionales.

    El “enganche” era el acto por el cual los hombres mayores de 17 años se incorporaban al servicio activo de la milicia. En general y por las formas violentas de los procedimientos corrientes, era muy mal visto y por lo mismo resistido. En Santiago la emigración se había convertido en despoblamiento. Quedaban pocos hombres y al forzarlos a engancharse en el servicio su reacción era esconderse en los montes.

    Por eso la elite militar santiagueña proponía que el enganche fuera voluntario porque era la forma más segura de que los hombres no sólo no escaparan sino que los que se enrolaran fueran los mejores. Además, al ser un acto libre, no desertarían y se evitarían el castigo severo con que se les hacía entender que no debían hacerlo nuevamente. Como beneficio adicional, no se forzaría a éstos voluntarios a abandonar a sus familias.

    En los fortines se mantenía a las guarniciones más veteranas, puesto que habían desarrollado estrategias que los hacía más útiles en los momentos de mayor dificultad y se reservaba a los Guardias Nacionales para reforzar las guarniciones cuando las invasiones indígenas ponían en peligro a las poblaciones vecinas. De hecho, las guarniciones con pocos hombres y mal pertrechados, no daban abasto y en muchos casos la falta de recursos había hecho que se licenciaran las tropas, por lo que el gobierno propuso la creación de un cuerpo de 200 hombres de caballería y 50 de infantería solventados por el gobierno nacional.

    La falta de armamento para defender los puestos fronterizos fue siempre un serio problema. Ya Ibarra se quejaba ante Juan Manuel de Rosas que tenía en un puesto a 17 soldados con solo siete lanzas, dato que permite inferir la pobreza extrema de las débiles fronteras. El vestuario de los Guardias Nacionales se componía de gorra y chiripa colorado, camiseta azul con puño y cuello colorado, camisa y calzoncillo de lienzo.

    La Guerra del Paraguay fue un momento dramático para los sectores populares santiagueños, cuando las levas forzosas y las marchas de cientos de engrillados  rumbo a una guerra despreciada por todos culminaron con actos de deserción masiva que impidieron, finalmente, que Santiago participe activamente en la guerra. Semejantes atrevimientos fueron cruelmente castigados generalmente con fusilamientos de los desertores o prisiones cuasi-eternas en la última frontera del Chaco.

    Ora cuestión no menor era la provisión de caballos a los soldados. En más de una oportunidad tenían que trasladarse de un fuerte a otro a pie. La provisión de caballadas para los fuertes con Guardias Nacionales estaba a cargo del gobierno de la provincia en tanto y en cuanto el nacional le girara los fondos, pero entre los robos constantes de los indios, las adversidades climáticas y la falta de recursos, la mayor parte de las veces no había como hacerlo. Un soldado en territorio fronterizo sin caballo era bastante inútil de modo que en circunstancia extremas se llegó a pedirlos prestados. Si había plata se los compraba y en otras oportunidades se los alquilaban.

     Fue en este contexto cuando los Taboada comenzaron a operar como los amos y señores de las fronteras del Salado. El espacio fronterizo de la mano de Antonino Taboada se convertirá así en un lugar de disciplinamiento tanto para la soldadesca fortinera como para sus familias y se apoyaba, básicamente, en la vigilancia y la moralización. Entre los fuertes, los fortines y las estancias se había establecido una suerte de redes comunicacionales permanentes que alertaban a unos y otros de la proximidad de los indios y de la posibilidad de robo de hacienda o captura de personas.

    Línea de Fortines.  Fuente: Mario Basualdo.  

    Mg. Adriana Medina

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