SALA MATARA
San Miguel de Matará
Matará es un antiguo pueblo de indios, que aún existe en el Departamento Juan Felipe Ibarra, distante 130Km de la cuidad capital.
La instalación de los Mataraes en la Villa Matará o Mathala, como también figura en los documentos coloniales, data aproximadamente de 1650 ,fecha en la que habrían sido trasladados a las orillas del río Salado después de la destrucción de Concepción del Bermejo, donde se encontraban reducidos al servicio de dicha jurisdicción. Según la información obtenida de documentos antiguos pertenecían a la nación tonocoté, originarios del Tucumán de donde huyeron para internarse en las espesuras del Gran Chaco en las proximidades del río Bermejo.
…“treinta leguas hasta la boca del rio Bermejo treynta leguas hasta donde estoy agora poblado, que es esto de matará abre descubierto mas de veynte mil indios jente muy luzía de presente me sirven como dos mil dellos, que son estos de matara, es jente de mucha razon e los mejores Labradores que e visto, porque prometo a V.SaReberendisima que les halle mas de veynte mil hanegas de maiz. Es belleza las chacaras que tienen”. (Torre Revello1943: XXV-XXVI).
En los siglos XVI, XVII y XVIII, fue un importante asentamiento ganadero y territorio de fortines. En este pueblo nacieron Juan Felipe Ibarra y Manuel Taboada, gobernadores santiagueños en el siglo XIX.
Las piezas de esta sala datan de fin del siglo XVI y mediados del siglo XVII y la mayoría de ellas dan cuenta de la presencia jesuítica en estos lugares.
Los pueblos de Indios
Santiago del Estero vertebra su historia a lo largo de los dos ríos que lo atraviesan. El Dulce y el Salado abrazan una amplia zona, también conocida como Mesopotamia Santiagueña, de geografía caprichosa que ha moldeado los destinos de numerosas poblaciones nativas en tiempos precolombinos.
Así lo atestiguan los numerosos vestigios, que como testigos mudos, afloran dejando entrever la riqueza de este pasado cuya memoria es tan fragmentaria como los restos que nos entrega la tierra que guarda sus secretos.
No muy lejos de estos yacimientos arqueológicos, asociados en el tiempo, subsisten en la actualidad como en un largo rosario enhebrados por los ríos, una sucesión de pueblos, muchos de los cuales son hoy el presente de los “antiguos pueblos de indios”, verdaderas formaciones sociales y económicas con las que el español estructuró importantes regiones de nuestra provincia actual.
La aparición del genérico “indio” encubre las diversas “vertientes étnicas prehispánicas que lo van a constituir” e implica el surgimiento de un nuevo rasgo de identidad y el imperio de nuevas pautas de organización económica, política y social que se van a ir gestando en dichos pueblos.
Cuando hacemos referencia a los pueblos de indios estamos señalando la forma que fueron adoptando las políticas de organización social diseñadas por los españoles en nuestro territorio para la colonización, diferenciándolas de las originales poblaciones indígenas, anteriores a la conquista.
De estas poblaciones originarias, fueron quedando los nombres y en muchos casos sus localizaciones originales, pero variaron sustancialmente en su forma, composición y organización en consonancia con el redimensionamiento que estos núcleos poblacionales adquirieron a partir de la colonización. Esta circunstancia, convierte a los pueblos de indios en uno de los principales escenarios en los que se desarrolla esto que llamamos proceso de indianización.
Gonzalo de Abreu y Figueroa, designado gobernador del Tucumán por Felipe II en 1570 (V.6 Pág. 14) cumpliendo con el mandato del Virrey Toledo, en 1576 disponía :”Que pueblen y hagan su casa juntasen un pueblo…en medio del cual hagan una yglesia adonde se junten a la doctrina…” Quizás sea esta la referencia más antigua que tenemos como antecedente acerca del origen de los pueblos de indios en Sgo. del Estero Esta disposición coincide con la visita que había realizado poco antes de esa fecha el Licenciado Matienzo, oidor de la Audiencia de Charcas a estas regiones,1566,de la cual surge su obra Gobierno del Perú (V.8) en la que se establecen las normas más convenientes para la colonización de estos territorios, de acuerdo a los intereses de la corona. Finalmente, estos pueblos se establecieron a partir de 1611 con las ordenanzas del Oidor Alonso de Alfaro. Esta nueva política liberó a los miembros de las comunidades originarias de la sujeción personal directa, es decir de la esclavitud a la que estaban sometidos con el servicio personal, pero quedaban sujetos como súbditos de la Corona, a través del pago anual del impuesto llamado tasa y regimentó su vida y su trabajo reduciéndolos a pueblos, estableciendo una jurisprudencia para su gobierno, a través de la creación de los cabildos indios.
Los pueblos de indios van a ocupar, en un número aproximado de treinta y siete, el área mesopotámica de Sgo. del Estero, rodeada por los dos ríos Dulce y Salado que atraviesan la provincia de norte a sur. Coincidentemente con los populosos asentamientos indígenas, que desde tiempos anteriores a la conquista vivían de los beneficios de sus aguas. Coincidencia que hoy es fácil de comprobar ya que a la vera de los actuales pueblos hoy campesinos, que aún conservan los viejos nombres, es posible encontrar los vestigios de los primitivos asentamientos indígenas.
Sabemos de su existencia y organización espacial y social, entre otros documentos gracias a los padrones de indios que han sido durante el período colonial; instrumentos que eran utilizados para el control del régimen impositivo al se encontraban sujetas las poblaciones de indios bajo su control. Estos constituyen una de las fuentes de información más antigua que hace referencia a la existencia de estos pueblos. Abarca un período que va desde los años 1614 con muchas intermitencias hasta prácticamente los primeros años del siglo XIX.
Más allá de sus inconsistencias, son documentos de incuestionable valor por el hecho de ser uno de los más antiguos hasta ahora, en que aparecen estos nucleamientos constituidos en pueblos y nos permiten analizar la forma en que se fue plasmando esta estrategia que generó estos espacios en los que fue surgiendo lo indio.
Nombres, apellidos, edades, sexo, categorías, relaciones de parentesco nos permiten reconstruir los rasgos de identidad de quienes para la Historia la perdieron tras el genérico indio y determinar las estructuras organizativas que les fueron dando forma a través del tiempo.
Las ciudades, villas y estancias eran habitadas mayoritariamente por vecinos españoles, los pueblos y parajes, por los indios. Los pueblos dependían administrativamente de la Corona o eran encomendados a algún personaje de origen español, que en mérito a sus servicios, obtenía esta merced del Rey por el tiempo de dos vidas. A cada pueblo le fueron entregados cuatro leguas cuadradas de tierra para el uso comunitario, que debían trabajar los ahora llamados indios debidamente empadronados para su propio sustento y para generar el excedente que les permitiera pagar en especies, el tributo que ascendía a cinco pesos en plata al año por indio tasado. [1] Este impuesto beneficiaba a la Corona, a la Iglesia y al encomendero. La administración interna de estos pueblos estaba a cargo del cabildo indio constituido por alcaldes indios, al igual que los regidores que se encargaban de la recaudación de los impuestos y aunque la figura máxima la constituían los caciques, éste sólo se ocupaba de la mita, régimen de servicio público al que estaban obligados los indios una vez por año. El cacique concentraba el poder simbólico de la comunidad a través del cual debía mantenerlos cohesionados y a cambio recibía los beneficios de la autoridad española quien lo eximía del pago de los impuestos, recibía el tratamiento de “don” y su cargo era hereditario. Estos pueblos se establecían alrededor de una iglesia y el cura era la autoridad máxima, la única de origen español que podía residir en esos pueblos, ya que ningún otro español les estaba permitido el ingreso ni la residencia.
Estructura Organizativa de los Pueblos de Indios
El esquema organizativo sobre el cual se reestructuran estos pueblos, se infiere directamente de las formas en que se estructura la información en los padrones. En los mismos, se observa un orden que va estableciendo una jerarquía según el lugar que ocupan en el mismo.
Se reconocen dos áreas superpuestas. La superior constituida por las autoridades españolas, entre las que se reconoce como figura central la del cura, a las que se le agregan los encomenderos y administradores y como intermediario, el protector e intérprete designado por la administración central que regulaba las relaciones entre los indios y españoles; todos ellos figuran en la parte superior del documento donde se especifican además, las autoridades españolas encargadas de realizar el padrón.
Seguidamente, las autoridades indias, el cacique que representaba la cabeza visible y recibía el trato distintivo de don y cuyo cargo era hereditario. Luego la figura del mandón, cuyas funciones desconocemos y que estaba sujeta al parecer, a la autoridad del cacique. Los alcaldes no aparecen con frecuencia, salvo en algunos casos, que según las reglamentaciones establecidas en la Política Indiana de Pereyra Solórzano, debía elegirse uno por cada cuarenta indios que tuviera el pueblo.
La figura del intérprete, permanente, sugiere un manejo diferenciado de la lengua. Aunque en ningún caso especifica de que lengua se trata, nos inclinamos a pensar, por referencias explícitas posteriores, que en esos momentos la lengua que ya se había arraigado y generalizado como lengua de indios era el quichua. En un sólo caso vamos a ver a éste intérprete reemplazado por la figura del “ladino”, que es el indio que maneja además de su lengua, el castellano.
Por debajo de estas áreas constituidas por las autoridades aparece el grueso de la población, caracterizados como indios diferenciados en primer lugar por las categorías de tasa, que representa a los varones activos entre los 18 y 50 años, en la que se va a indicar además , si se encuentra presente o ausente, aunque no siempre figura, su destino. El hecho de la incorporación de la figura del ausente muestra como una práctica todavía muy común la “saca de indios” o migración forzada, que era llevada a cabo por los encomenderos y administradores y que va a ser en la mayoría de los casos, motivo de desintegración de estos núcleos poblacionales.
La categoría siguiente es la de reservados, que representa a los indios varones que por su edad de más de 50 años, constituyen la población masculina, desde el punto legal , inactiva .En todos se indica el nombre, su apellido si es que lo tuviera, su estado, si es casado ,viudo o soltero.
Si es casado, asociado a él aparece sólo el nombre de su mujer sin referencia a su edad y el de los hijos, que en caso de ser varones figuran con nombre y edad y en las mujeres solamente con el nombre. Un renglón aparte lo constituye el grupo formado por mujeres solas, es decir viudas, indicando en algunas oportunidades, con quien habían estado casadas y el nombre de sus hijos; por las madres solteras y el nombre de sus hijos y los huérfanos de padre y madre.
Andrés Figueroa (1949) registra la existencia de treinta y cuatro de estos pueblos entre los que figuran Manogasta, Ayachiligasta, Athamisque, Pasao, Zumampa, Sumamao, Tuama, Pitambalá, Soconcho, Mathala, Mopa, Guaype, Guañagasta, Lasco, Lomsaia ,Inquiliguala, Icaño, Salavina, Tilingo entre otros.
Nombres extraños que aparecen y desaparecen, nombres y apellidos de familias completas, nacimientos y muertes dan cuenta para la historia de estos pueblos y su vida cotidiana, visibilizando esta trama que se fue urdiendo durante casi dos siglos y dio forma a nuestra geografía social y al profundo mestizaje en el que se resuelve lo santiagueño. Indios, negros, zambos, cholos y mestizos invisibilizados por nuestra historia social, por cuyos cuerpos circuló el nervio y la sangre de la colonia. De ellos salió el trigo, el maíz, la miel, la cera, la grana, los ponchos, las mantas, productos con los que los indios pagaban sus tributos.
Sr. Luis Garay
[1] Eran los hombres de dieciocho hasta cincuenta años.